sábado, 28 de febrero de 2009

Es larga la espera para quien espera


Febrero es historia y nos quedamos sin noticias de la asignación de Case Officer y sin saber cuándo tenemos que enviar los últimos documentos.

Por ahora tengo las boletas de no antecedentes policíacos y la de no antecedentes penales de mi esposa y las mías. El lunes las llevaré a traducir para luego enviarlas a nuestro agente migratorio. De esa manera ya estarán "en recámara" para cuando las pidan.

Quedará únicamente esperar la solicitud de los exámenes médicos, no los podemos adelantar porque ellos envían los formularios cuando sean requeridos. La verdad, quisiera hacerlos pronto y enviarlos, así ya no tendré más tareas pendientes de mi lado y será sólo esperar la resolución.

Imagen: Corbis

lunes, 23 de febrero de 2009

ASPC Times


El Departamento de Inmigración y Ciudadanía, DIAC por sus siglas en inglés, tenía programado que, para el 13 de febrero, todas las solicitudes de residencia, temporal o permanente, patrocinadas por un Estado o Territorio australiano, tuvieran asignado Case Officer. No ha ocurrido precisamente así.

Cuando le pregunté a nuestro agente migratorio sobre estas fechas, él nos dijo que no había que confiar mucho en ellas, que a veces se atrasaban respecto de lo programado. Lo que me sorprendió fue que el 10 de febrero él mismo nos pidió tener listos los antecedentes penales y policíacos, que era bastante seguro que la semana del 16 al 20 los solicitaran. Tampoco sucedió así.

Ahora nuestro agente nos cuenta que en el DIAC tienen dos semanas en que no se mueven las fechas y que aún no están asignados todos los files a sus respectivos Case Officers.

¡Bueno! ¿Qué más queda? ¡A seguir esperando!

jueves, 19 de febrero de 2009

Darwin, 150 años callando bocas


Este año se conmemora el bicentenario del natalicio de Charles Darwin y el aniversario 150 de la publicación de El origen de las especies mediante la selección natural o la conservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida, una de las obras que más polémica generó, y sigue generando, en el mundo.

Francis Bacon dijo algo que, a mi parecer, debemos inculcar a nuestros hijos: la duda es la escuela de la verdad. Pienso que no hay verdades absolutas, que todo es refutable si se presentan pruebas contundentes, que debemos preguntarnos siempre el por qué de las cosas, que no debemos aceptar lo que otros nos dicen sino que tenemos que buscar las respuestas a nuestras preguntas de manera exahustiva. Y, aún así, dudar, siempre dudar.

De lo mucho que se escribe estos días respecto de la obra y vida de Darwin, rescato varios apuntes que me han gustado mucho.



¿Por qué es tan importante Darwin?

Richard Dawkins
Sin Permiso/The Guardian

Charles Darwin tuvo una idea grandiosa, posiblemente la más potente de todos los tiempos. Y como todas las grandes ideas es seductoramente simple. Tan asombrosamente simple, tan deslumbrantemente obvia, que aun si otros que le precedieron merodearon en su torno, ninguno dio en buscarla en el lugar adecuado.

Darwin tuvo muchas otras ideas (por ejemplo, su ingeniosa y en gran parte correcta teoría de la formación de los arrecifes de coral), pero es su gran idea de la selección natural, publicada en Sobre el origen de las especies, la que dio a la biología su principio-guía, una ley rectora que contribuye a dar sentido a todo lo demás. Entender su fría y maravillosa lógica es imprescindible.

El poder explicativo de la selección natural no se limita solamente a la vida sobre este planeta; es la única teoría propuesta hasta la fecha que podría, incluso en principio, explicar la vida sobre cualquier planeta. Si hubiera vida en cualquier otra parte del universo –y mi apuesta provisional es que la hay—, es casi seguro que la base de su existencia vendría dada por alguna versión de la evolución por selección natural. La teoría de Darwin funcionaría igualmente bien por extraña, alienígena y estrambótica que la vida extraterrestre pudiera ser, y mi conjetura a día de hoy es que puede llegar a ser más estrafalaria de lo que podemos llegar a imaginar.

La razón explicativa

Pero ¿qué hace de la selección natural una fuerza tan especial? Una idea potente consigue explicar mucho partiendo de pocos supuestos. Ofrece muchas explicaciones "de peso" gastando poco en supuestos o postulados. Te da un montón de dividendos cognitivos por unidad explicativa. Su razón explicativa –es decir, lo que explica, dividido por lo que necesita suponer para explicarlo—, es grande.

Si algún lector sabe de una idea que disponga de una razón explicativa mayor que la de Darwin, que nos lo haga saber. La gran idea de Darwin explica toda la vida y sus consecuencias, y esto incluye a cualquier cosa que posea un mínimo grado de complejidad. Este es el numerador del quebrado, y es enorme.

Sin embargo, el denominador de la razón explicativa es espectacularmente pequeño y simple: selección natural, la supervivencia no azarosa de los genes en acervos genéticos (para decirlo en términos neodarwinianos, más que en los del propio Darwin).

Se puede condensar la grandiosa idea de Darwin en un sencillo aserto (formulable también en términos actuales, que no son exactamente los de Darwin): "con tiempo suficiente, la supervivencia no azarosa de las entidades hereditarias (que producen copias ocasionalmente defectuosas) generará complejidad, diversidad, belleza y una ilusión de diseño tan convincente, que resultará casi imposible de distinguir de un diseño inteligente intencionado". He puesto entre paréntesis "que producen copias ocasionalmente defectuosas" porque los errores son inevitables en cualquier proceso de copia. No precisamos, pues, incluir las mutaciones entre nuestros supuestos. La "entrada" de mutantes le sale gratis a la teoría. La locución "con tiempo suficiente" tampoco representa el menor problema, salvo para una mente humana que ha de lidiar con la formidable magnitud del tiempo geológico.

Un cierto tipo de mentes

Es precisamente su capacidad para simular la ilusión de diseño lo que parece convertir a la gran idea de Darwin en una amenaza para cierto tipo de mentes. Y es esa misma capacidad la que presenta el mayor obstáculo para su comprensión. La gente es incrédula por la naturaleza ante la idea de que algo tan sencillo pueda explicar tanto. La idea que se le impone a cualquier observador ingenuo de la maravillosa complejidad de la vida es que tiene que haber sido diseñada de manera inteligente.

Pero la idea de un diseño inteligente (DI) se halla en el extremo opuesto de lo que debe ser una teoría potente: su razón explicativa es patética. El numerador es el mismo que el de Darwin: todo lo que sabemos sobre la vida y su prodigiosa complejidad. Pero el denominador, lejos de la prístina y minimalista simplicidad de Darwin, es al menos tan grande como el propio numerador: una misteriosa e inexplicada inteligencia, lo suficientemente grande como para poder diseñar toda la complejidad que, de partida, se trataba de explicar.

Puede que aquí radique la respuesta a un enigma que sigue importunando en la historia de las ideas. Luego de la brillante síntesis de la física a que procedió Newton, ¿por qué se tardó cerca de 200 años hasta la entrada en escena de un Darwin? Porque lo cierto es que el logro científico de Newton parece mucho más arduo. Tal vez la respuesta sea que la solución que acabó dando Darwin al misterio de la vida es aparentemente demasiado fácil.

Otros reivindicaron la prioridad de la idea. Patrick Matthew, por ejemplo, en el apéndice a su obra On Naval Timber, según fue puntillosamente reconocido por el propio Darwin en ulteriores ediciones del Origen. Sin embargo, aunque Matthew comprendió el principio de la selección natural, no está nada claro que entendiera su fuerza modeladora de la vida. A diferencia de Darwin y de Alfred Russell Wallace, quien dio en la selección natural por su cuenta, lo que estimuló a Darwin a publicar su teoría, Matthew parece haber entendido la selección como una fuerza puramente negativa, eliminatoria, y no como la fuerza propulsora de toda vida. En realidad, la selección natural le resultaba algo tan obvio, que ni siquiera necesitaba ser descubierto.

Versiones confusas

A unque es verdad que la teoría de Darwin admite aplicaciones mucho más allá de los confines de la evolución de la vida orgánica, quiero prevenir contra un tipo particular de "darwinismo universal", a saber: contra la acrítica inyección de alguna que otra confusa versión de la selección natural en cualquier ámbito concebible de las ciencias humanas, venga o no venga a cuento.

No es imposible que las empresas "más aptas" sobrevivan en el mercado comercial, ni que las teorías "más aptas" sobrevivan en el mercado científico, pero deberíamos andarnos con mucha cautela antes de dejarnos llevar por este tipo de discursos. Y además, huelga decirlo, hubo el llamado "darwinismo social", que culminó en la obscenidad del hitlerismo.

Menos nocivo, pero no menos infértil intelectualmente, es el modo tan laxo como acrítico con que algunos biólogos aficionados aplican inapropiadamente la selección a determinados niveles de la jerarquía de la vida. "Supervivencia de las especies más aptas, extinción de las especies peor adaptadas" suena, superficialmente, a selección natural, pero las apariencias engañan aquí de todo punto. Como el propio Darwin puso particular empeño en destacar, la selección natural versa sobre los diferenciales de supervivencia en el seno de las especies, no entre ellas.

Termino con una reflexión sobre una parte más sutil del legado de Darwin. Darwin eleva nuestra consciencia al nivel de la vigorosa capacidad de la ciencia para explicar las cosas grades y complejas a partir de las pequeñas y simples. En biología, anduvimos a ciegas durante siglos, enterquecidos en pensar que la extravagante complejidad de la naturaleza precisa de una explicación extravagantemente complicada. Darwin triunfó de esa engañosa ilusión, y la deshizo.

Quedan pendientes, en física y en cosmología, interrogantes de muy hondo calado que aguardan a su Darwin. ¿Por qué son como son las leyes de la física? ¿Y por qué hay leyes? ¿Por qué hay universo? También aquí es tentador el señuelo del "diseño". Pero contamos con el antecedente de la cautela metodológica de Darwin. Ya hemos pasado por esto. Gracias a Darwin, y por difícil que resulte, nos avilantamos a buscar auténticas explicaciones: explicaciones que expliquen más que sus supuestos de partida.

Richard Dawkins ocupa la cátedra Charles Simonyi de divulgación pública de la ciencia en la Universidad de Oxford. Su último libro es El espejismo de Dios.

Traducción para www.sinpermiso.info : Daniel Raventós

The Guardian, 9 febrero 2009




150 años de la publicación de "El origen de las especies"
Darwin más que nunca
Eudald Carbonell i Roura
El Escéptico Digital


150 años después, la selección natural continua siendo la espina dorsal de la Teoría de la Evolución y goza de buena salud. Sorprendentemente ahora en nuestro país cada vez se habla más de evolución: en publicidad, en discusiones formales e informales. En contextos muy diversos la evolución es un concepto que está en boga y ha pasado a ser un elemento de la realidad social y cultural de nuestra especie. Como muchos otros vocablos que son socializados, nos sirven para entender cómo somos y nos ayudan a pensar y actuar de forma diferente.

Pero, ¿qué es la selección natural? De manera resumida, es la base del cambio evolutivo de los organismos vivos. A través de ella, los especímenes más adaptados sustituyen a los menos eficientes de manera que la acumulación lenta de cambios genéticos beneficiosos a lo largo de generaciones produce el éxito de una especie.

El racionalismo en Europa ha conseguido que evolución sea sinónimo de conciencia social, de conocimiento científico, de pensamiento consistente, etcétera. La formulación de la selección natural como mecanismo de adaptación y adquisición de caracteres que llevan a la diversidad biológica al planeta ha sido, y al paso que vamos, será la llave maestra del conocimiento sobre la evolución.

La influencia de Darwin en la evolución de la humanidad desde la publicación del 'Origen de las especies', en 1859, ha sido creciente tanto en los ámbitos científicos como en los sociales. Ha habido importantes nuevas formulaciones sobre la Teoría de la Evolución, sobre todo de la mano de Gould con su teoría del equilibrio puntuado, al admitir que la evolución tiene momentos de estasis o de pocos cambios y que en otros momentos los cambios se aceleran y producen transformaciones en cortos períodos de tiempo.

Una aplicación social de las teorías biológicas de la evolución nos llevó al darwinismo social, interpretación que ha servido durante mucho tiempo para justificar formaciones sociales como de la que formamos parte. Es obvio que Darwin no construyó la teoría para ser aplicada de forma poco elocuente a las diferencias sociales ni para justificarlas; hacerlo es una manipulación burda y de bajo perfil científico.

El evolucionismo, según mi punto de vista, tiene que jugar un rol muy importante en la concepción del futuro de la especie. La conciencia crítica y la inteligencia operativa son fruto de la selección natural, pero ahora, la conciencia, que también es un producto de la evolución, debe de servir para desplazar el azar evolutivo y sustituirlo por la lógica del conocimiento y del pensamiento humano.

El 150 aniversario de la Teoría de la Evolución nos puede servir para socializar aún más ese concepto que explica cómo hemos llegado hasta aquí. Leer directamente a Darwin es un lujo y lo aconsejo a los que no lo habéis hecho todavía. Cuántos más descubrimientos hacemos desde las ciencias de la vida y de la tierra, más sólida es esa teoría.

Tuve la suerte de estar en las Galápagos, uno de los lugares que visitó el genial naturalista en el siglo XIX con el Beagle. Desde allí tuve el honor de escuchar al matrimonio Grant, que lleva más de 25 años estudiando la variabilidad de los pinzones, con lo cual habían comprobado de nuevo lo robusta que es la Teoría de la Evolución.

Por consiguiente, hagamos un esfuerzo para conocer más y evolucionemos como humanos a través del conocimiento de la Teoría de la Evolución.



Dios contra Darwin

Jesús Centeno

Público


"Stokes respiró hondo, apoyó con cuidado el cañón en sus incisivos y rodeó el gatillo con un dedo esquelético. Sus labios, resecos, se cerraron dolorosamente en torno al metal helado. Tenía que hacerlo, sin duda, si era hombre". Dar marcha atrás ahora sería el colmo del fracaso. Le tembló la mano. Tres. Dos. Uno. Ya.

Pringle Stokes, primer capitán del HMS Beagle, se pegó un tiro en 1828 tras un infernal periplo por la Patagonia argentina. Su muerte es el punto de partida de otra terrible historia: la del nuevo comandante, Robert Fitz Roy, quien debía completar el trabajo cartográfico de su predecesor.

Pero Fitz Roy tenía otras ideas en mente: el viaje serviría para constatar científicamente la exactitud literal del Génesis. Quería defender el creacionismo. "La ciencia y la religión tendrían que haber sido la misma cosa: la primera, un simple medio para interpretar las verdades absolutas de la segunda", dijo el capitán del Beagle. Pero, a bordo de la expedición también estaba un investigador de 21 años llamado Charles Darwin, que se empeñaría en quitarle la razón.

Religión y también dinero

Los marineros, que apodaban a los barcos de esta clase ataúdes por su tendencia a irse a pique, se enfrentaron a los mares, recorriendo varias veces el Cabo de Hornos, Nueva Zelanda y diversas islas del Pacífico. Cartografiaron las costas y registraron varias mediciones relacionadas con fuerzas de los vientos, las fases de la luna y las mareas. Pero, del paraíso perdido, ni rastro. También visitaron la selva brasileña y la pampa seca argentina en el interior. Allí tampoco estaba.

A principios del siglo XIX, los debates sobre el racismo y la difícil relación entre religión, ciencia y colonialismo ocupaban el tiempo de los estudiosos. Fitz Roy, que estaba convencido en demostrar el "orden natural de las cosas", tampoco olvidó el carácter comercial de su misión. Estableció los puntos clave para el Imperio Británico y analizó a los indios patagónicos con este propósito. Ya en el primer viaje secuestró a cuatro nativos de etnia fueguina para reeducarlos en Inglaterra.

"Algunos indios agitaron las lanzas agresivamente. Otros encendieron fuegos para advertir la presencia del navío. El resto, siguieron su estela para comerciar pescado fresco y cangrejos a cambio de retales", relata Harry Thompson en su libro Hacia los confines del mundo (Salamandra). Para los occidentales, "los fueguinos eran unos monstruos, un obstáculo al avance del hombre blanco y su civilización.

Cuando los europeos llegaron, los nativos parecían un grupo primitivo y desgraciado de salvajes, ateos sin ley que vivían en la miseria", escribió el historiador Nick Hazlewood en sus estudios sobre la llegada de los británicos a la Patagonia.

Si las palabras del Génesis eran ciertas, ni plantas ni animales debían haber cambiado desde que Dios las creó. Pero no era así, y mientras Darwin investigaba y comenzaba a hilvanar sus teorías evolucionistas, los indígenas regresaron a sus antiguas costumbres.

El estrés, la soledad y la falta de respuestas enloquecieron al comandante Fitz Roy. Su cólera caprichosa despertó la inquietud del círculo de oficiales, que con bastante frecuencia pusieron en duda su cordura. Su personalidad voluble e imprevisible acabarían con su vida. Cuando apareció El origen de las especies, en 1860, Fitz Roy Roy se sintió traicionado y culpable por haber ayudado a Darwin. Cinco años después, se quitó la vida con una navaja.

domingo, 15 de febrero de 2009

Sobre los incendios en Australia


Hoy fue día de luto nacional en Australia.

A lo largo y ancho de todo el país, especialmente en el estado de Victoria, millones de australianos se congregaron en actos oficiales y ceremonias religiosas para honrar a las más de 180 personas muertas en los 400 incendios que marcaron el peor fenómeno de este tipo en toda la historia de Australia.

Ya se empieza a hablar de responsables. La semana pasada fue liberado un hombre acusado de provocar uno de los incendios; no se pudo comprobar su culpabilidad. Las autoridades aún tienen detenida a otra persona y han levantado cargos criminales.

El cuerpo de bomberos de Australia, de los más experimentados y de mayor número en el mundo, ha sido acusado de negligencia. Desde la distancia puedo opinar que situaciones como ésta realmente sobrepasan la capacidad de los bomberos; basta sólo con ver las imágenes de las monstruosas e inmensas llamaradas en comparación con la insignificancia en tamaño de los vehículos bomberiles.

Lo que pienso es que falló el sistema de alerta civil del estado de Victoria. Es cierto que estos incendios se propagaron vorazmente aprovechando la sequía y los fuertes vientos que avivaron las llamas, llegando a avanzar 40 kilómetros en sólo 12 horas, pero no puedo imaginar cómo un país del primer mundo no cuenta con servicios adecuados de alerta de incendios, especialmente en época de alto riesgo.

Creo que habría que tomar como ejemplo el caso de Cuba: huracanes que causan cientos de muertos en la vecina Florida no pasan de un para de heridos en la isla, donde las posibilidades materiales para protegerse son mínimas.

Después de visto lo visto, no cabe duda que en cualquier país del mundo pueden ocurrir catástrofes humanas de niveles devastadores.

Mi solidaridad para con todos los familiares de las víctimas de los incendios.

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