
El 12 de julio pasado entraron a mi casa los ladrones. Aprovecharon que estábamos todos fuera (por suerte) y forzaron una puerta corrediza. Rebuscaron buscando efectivo o joyas (que no tenemos en casa) pero sí se llevaron mi Mac, una HP, una Tecra, mi iPod y sus bocinas, el estéreo, un sistema de videojuegos de mi hijo mayor, cerca de 50 videojuegos de él, otro sistema de videojuego portátil, incluso se llevaron ropa mía y hasta un par de lociones que recién había adquirido!!
Lo malo de esas situaciones es el miedo que se instala en las vidas de quienes las sufrimos. Durante 4 días casi no dormí. Cualquier ruido me despertaba y luego no lograba dormir por horas. Deambulaba por la casa observando del otro lado de la puerta, por el garage, atento a cada ruido que podía escuchar. Al quinto día no aguanté más. Me dije que tenía que sacar toda esa preocupación de mi mente y seguir adelante. La verdad funcionó porque ya esa noche pude dormir como un angelito.
Me daba mucha tristeza que mi hija de 3 años y medio también tuviera miedo de quedarse sola en algún lugar de la casa o que inclusive tuviera miedo de venir a casa. Por ella también tratamos de reponernos rápido de ese golpe y seguir como si nada hubiese pasado.
Volviendo al tema de la delincuencia, hace ya casi 4 años, el 3-11-2005, sufrimos un incidente desafortunado que pudo ser trágico. En un semáforo quedó un vehículo en medio de la intersección y el afectado era yo. Le bociné en repetidas ocasiones para que retrocediera y me dejara avanzar, pues detrás otros vehículos también esperaban a que yo me moviera. Cuando logré seguir adelante escuché dos disparos dirigidos a nosotros. Mi esposa y mi hija pequeña iban detrás mío y ellas fueron mi primera preocupación. ¿Están bien? Eso fue lo primero que pude decir. Por fortuna ellas estaban bien.
Asustado y chequeando cada parte de mí para cerciorarme que nada me había pasado y que podía seguir conduciendo, visualicé un puesto de la Policía Nacional Civil a unos 150 metros. Al comentarles lo sucedido me dijeron: Ya ve, por eso no hay que pitarle a los otros carros...Tristeza.
La trayectoria de los proyectiles iba dirigida a mí y pude recoger dos de ellos, uno expansivo y otro sólido. El expansivo quedó trabado en el sillón del copiloto, a la altura del hombro izquierdo. El otro lo encontré al día siguiente a mis pies y aún lo conservo. La puerta trasera del vehículo tenía una perforación y el vidrio estaba roto, por fortuna nada nos ocurrió. ¡Y todo por bocinar!